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El problema de Lenovo se llama Motorola

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El problema de Lenovo se llama Motorola

O cuando un buen pasado se convierte en una rémora.

En la vida existen las segundas oportunidades, pero ¿y las terceras?

Lo primero lo saben en Motorola, lo segundo es lo que se preguntan en Lenovo estos días. Esa compañía crucial en el nacimiento de la telefonía móvil, esa compañía del vertiginoso V3, esa compañía renació y construyó un legado en 2013, tras estar casi muerta. Dos años antes había recibido savia nueva en forma de compra de Google, movimiento que benefició por igual a dos compañías que se necesitaban.

El plan fue simple: devolver la decencia perdida a la familia de smartphones. Para ello había que devolver Android a su estado más puro y desechar Motoblur, la peor capa de personalización que se recuerda bajo el sistema operativo de los de Mountain View, por muy mediáticos que fuesen los problemas de TouchWiz y Sense. El siguiente paso fue podar la gama, y así, de modelos de nombre irreconocible se pasó a tres auténticos iconos: Moto E, Moto G y Moto X. Faltaba por establecer lo que haría triunfar a los dos primeros: precios muy contenidos que atrajesen a todos esos usuarios que no se podían permitir ir a hacia algo superior.

Moto-X-1

Y algo sucedió. Más allá de ser atractivos por la parte económica, estos modelos hicieron que sus propietarios se sintieran importantes. Por primera vez no sentían tener en sus manos refritos absurdos con nombres kilométricos que daban ganas de arrojar. Por primera vez, estaban allí incluso los usuarios de gama alta que no miraban la media ni de reojo. El smartphone de calidad para todos había llegado, con esfuerzos, principios y una atención al detalle poco propia de una compañía en horas bajas, que cada vez lo estaba menos.

Bajo la mano de Google, la compañía alcanzó un pico de popularidad en la era smartphone, que si bien no trajo abundantes ingresos por lo reducido de los márgenes, sí la situó en el mapa y en las conversaciones. No sólo ofrecía la mejor experiencia en Android, además solucionaba el fatídico problema de las actualizaciones, llegando estas incluso antes que en algunos Nexus.

Motorola como un problema para Lenovo

Incluso el dominante Moto G ha dejado de ser un teléfono para todos.

Incluso el dominante Moto G ha dejado de ser un teléfono para todos.

Tal y como se sospechaba, todo cambió con la venta de la compañía americana a la china Lenovo. El problema de las ventas de empresas no es perder la capacidad de mando de tu producto, es perder la identidad. En este caso, esa pérdida de identidad de Motorola, con sus productos ahora etiquetados bajo la marca “Moto”, no sólo aleja al consumidor de ellos, sino que supone un auténtico lastre. No queda claro si la nueva dirección es responsable en el cambio de rumbo, pero sí lo es en que no han hecho nada por recuperar el estado anterior.

Lenovo y la línea Moto siempre serán juzgados bajo el prisma del pico que alcanzaron, de una gama media equilibrada y económica que dignificaron, y de una experiencia de usuario que democratizaron. Como en todo, el asunto de expectativas versus realidad puede ser mortífero. Un producto puede ser bueno, pero si desfallece en comparación, será olvidado y enterrado. Si además, la competencia aprieta y te iguala, pese a no haber entendido todavía que tus pasos eran los correctos, el futuro no luce muy prometedor.

A diferencia del Moto G original, los Mods son un producto de nicho, para entusiastas.

A diferencia del Moto G original, los Mods son un producto de nicho, para entusiastas.

En el caso del lastre positivo tenemos a Samsung. Durante muchos años los surcoreanos fabricaron y fueron líderes, gracias a su estrategia de ventas y marketing, con productos muy olvidables, pero mató sus principios y consiguió su mejor terminal hasta la fecha. Lenovo tiene claramente donde mirar si quiere estar en la cabeza del consumidor y de la prensa. El problema para los chinos es que, tal y como le pasó a George Lucas con las precuelas de Star Wars o a tantos artistas, parecen no conocer las razones que llevaron a triunfar y renacer a la compañía que adquirió. Como si todo hubiera sido suerte y ahora tuviera que repetirse.

La realidad a día de hoy es que queda muy poco de todo ello. De la estrategia, del equilibrio, de los tamaños, con el maravilloso Moto X de 4.7 a la cabeza de una gama que no caía en la vorágine de los terminales de tamaño inusable, de las actualizaciones rápidas (ahora están sólo un poco por encima de la media en velocidad), de no comprometer los productos por ideas “innovadoras” poco sólidas y de hacer productos para todos los gustos (todos en uno) y bolsillos, poco queda. Muy poco, cuando un gama media se vende a precio de alta. Sí hay que reconocer que se ha mantenido la apuesta por un Android cercano al de los Nexus, el auténtico valor añadido de sus terminales a día de hoy.

Cualquier fabricante que renuncie para mal a sus principios sufrirá la irrelevancia, y el mercado, desgraciadamente, no recuerda mucho tiempo el cariño que una vez te tuvo. Pero, como se decía antes, aún tiene una historia pasada que mirar y una tercera oportunidad por la que lucha, porque si no superas lo que has sido, nunca podrás convertirte en lo que quieres ser. Aunque los principios ya no se sientan ni se entiendan, y sólo se traten de emular. Por todo lo que diste, Motorola, te estaremos eternamente agradecidos.


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